Joaquín
Nin
Castellanos

Joaquín Nin Castellanos
Nacimiento:  
29
/
9
/
1879
Fallecimiento:  
24
/
10
/
1949

Compositor, pianista y musicólogo cubano, nacido español, pues Cuba era entonces parte de España, de padres españoles; su padre fue el escritor Joaquín Nin i Tudó.

Estudió en París, como alumno de Moritz Moszkowski y luego estudió composición con Vincent d'Indy en la Schola Cantorum de París, donde luego enseñó de 1905 a 1908. Fue padre de la reconocida escritora Anaïs Nin.

Sus composiciones no son muy numerosas y tienen una fuerte influencia nacionalista española, aunque también compuso varias piezas de danzas cubanas.

Como pianista, interpretó con gran pasión las obras de los antiguos compositores de tecla, especialmente del siglo XVIII, y viajó por Europa como ejecutante, difundiendo esa música. También publicó libros de canciones españolas y ensayos polémicos.

Se casó con Rosa Culmell, una cantante de ópera de la que se divorció más tarde. De esta unión nacieron tres hijos: Thorvald Nin, que se dedicó a los negocios, Joaquín Nin-Culmell, que también fue compositor, y la escritora Anaïs Nin, que llegó a ser la más conocida de sus hijos, debido a la publicación de sus famosos Diarios.

Fue amigo de Maurice Ravel y uno de los testigos de la génesis del Bolero en 1928. Fue miembro de la Academia Española y recibió en Francia la Legión de Honor.

En España inició sus investigaciones sobre la música antigua de ese país, cuyo resultado son las ediciones, por la Editorial Max Eschig, de:
Dieciséis sonatas antiguas de autores españoles, 1925.
Siete cantos líricos españoles antiguos, y Siete canciones picarescas españolas antiguas, 1926.

Diecisiete sonatas y piezas antiguas de autores españoles, 1928.
Diez piezas de José Herrando, 1937.

La publicación de estas partituras fue muy importante para el conocimiento de la música española de los siglos XVII y de principios del XIX. Nin Castellanos sostuvo una polémica con la clavecinista Wanda Landowska, en la que sostenía que la música antigua española debía interpretarse en el piano, mientras Landowska aseguraba que el clave era instrumento natural para su ejecución.

Sobre sus influencias, diría Tomás Marco:
«su música es claramente nacionalista con un matiz historicista derivado de su interés por el barroco español y una notable influencia del impresionismo francés. No hay en ella aproximaciones al teatro ni al sinfonismo, sino una preferencia por la música de cámara, vocal y pianística [...]. En el jardín de Lindajara 1927, para violín y piano recoge algunos coletazos del alhambrismo junto a un nacionalismo evocador de corte constante y rápido, a través de las altas cimas del arte puro».

En tanto que Georges Jean-Aubry opinaba que:
«su amor por la cultura francesa y por la expresión de nuestra raza, le ha hecho familiar nuestras obras del presente y del pasado. Es raro encontrar en nuestra época una conciencia similar, sin debilidades, y, podemos decir, inclusive, sin titubeos.

Este mérito se agranda porque la dignidad de su espíritu no conoce la rigidez, y sabe conservar, en todo momento, un atractivo encanto de sincera sencillez. Ningún espíritu está más alejado de la pedantería y de los dogmas que no dan a sus portadores más que el derecho ilusorio de subestimar a sus rivales y a su época. Una frescura de sentimiento, y toda su vida está dirigida por el imperativo de la belleza».

Nin Castellanos escribió con la misma hondura con que compuso su música; en su libro Pro-Arte, expresó las ideas que manejaba en su época:
«La repetición constante de las mismas obras es un obstáculo considerable que oponen nuestros artistas a la educación del público, y da origen a inevitables y perpetuas rivalidades técnicas, que de nada sirven sino para satisfacer personalismos en los que la petulante nimiedad hace veces de Ideal [...]. Una de nuestras mayores preocupaciones debería residir en la composición de los programas, porque revelan nuestra cultura y porque ellos evidencian nuestras tendencias, nuestras intenciones y aun parte de nuestros ideales [...].

Demos a nuestros programas una razón de ser, una orientación que justifique su existencia, un principio inteligente que rija su desarrollo en todas sus fases, si queremos que su acción sea realmente útil y duradera [...]. [...] no hablamos para hacer alarde de nuestro talento ni para poner de manifiesto nuestras cualidades. Este talento y estas cualidades deben existir».

Otro de sus libros exponía:
«La mitad de la vida de un músico debería estar consagrada a la Literatura, a la Poesía, a la Pintura, al conocimiento de las Ciencias, al estudio del Arte bajo todos sus aspectos, a la contemplación de la naturaleza [...] aunque para ello escribiera unas páginas menos o tardara en conquistar la celebridad unos años más [...].»

Toda la vida de Nin Castellanos estuvo presidida por estos postulados. Por otra parte, en el estudio introductorio de Veinte cantos populares españoles, el compositor expresó:

«La vida y la muerte, el amor y el odio, la alegría y la tristeza, el trabajo, la guerra, los juegos, la oración, todo ha servido al pueblo español para cantar y para danzar. Se canta y se danza en España por doquier: en los campos, en las ciudades, en las plazas, en las callejuelas, en los patios, en los jardines, en las tabernas y aun, alguna vez, en el templo mismo.

En Castilla, en Andalucía, en Cataluña, los cantos populares se cosechan por centenas, por miles, forman algo así como un acorde fundamental y permanente de una ardiente vida lírica, en donde se conjugan, maravillosamente, un pensar y un sentir que, a la postre, se manifiesta siempre cantando. El canto popular es, pudiéramos decir, la tónica conmovedora de la espiritualidad del pueblo español [...].

Nuestra primera intención al trabajar estos cantos, fue salvarlos del olvido y ofrecerlos a la vida musical. [...] Una vez admitida la necesidad de arrancar estos cantos de la tierra en que nacieron, y de abrazarlos con vestidura instrumental a la acción y a la vida, nos pareció mejor procedimiento el tratar de rodearlos de una atmósfera y de un ambiente musical esencialmente evocadores del lugar y del momento en que nacieron. No son, pues, armonizaciones, repetimos, sino estilizaciones, o, si se quiere, de todos los tiempos y regiones de España.»

Impartió conferencias y ofreció recitales de piano en:
España
Francia
Alemania
Inglaterra
Bélgica
Dinamarca
Holanda
Austria
Hungría
Checoslovaquia
Suiza
Argentina
Brasil
Uruguay
Cuba

Por su consagración al arte musical, Nin Castellanos recibió numerosas condecoraciones.

Obras
Cuarteto de laúdes
Canción castellana, Minué en estilo antiguo.

Piano
Cadena de Valses, Danse iberienne, Mensaje a Claude Debussy y Tres impresiones.

Violín y piano
Diálogo en el jardín de Lindajara, Suite española, Vingtchants populaires espagnols.

Homenajes póstumos
Joaquín Nin aparece como personaje dentro de la novela La isla de los amores infinitos (Grijalbo, 2006), de la escritora cubana Daína Chaviano.