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Leonardo Carrillo protector de una colonia de pelícanos migrantes en Playa Canimar

“Michel el noble” y “Panchito el cariñoso” son algunos de los nombres con que Leonardo Carrillo ha bautizado a los pelícanos que cada año emigran a una playa del sur de La Habana, muy cerca de su cabaña de madera en la costa y a los que considera como sus hijos.

La migración ocurre cada mayo desde hace dos décadas en la playa de Guanimar, donde alrededor de 100 pelícanos pardos llegan en diciembre para pasar los meses de invierno y refugiarse en el Caribe huyendo de las bajas temperaturas. Luego regresan al norte para el verano.

“Ellos (pelícanos) vienen del Norte para acá porque ellos son débiles al frío. En Estados Unidos hay mucho frío, entonces emigran para todo el Caribe (y), vienen a finales de diciembre y están aquí conmigo seis meses”, explicó Carrillo a Reuters.

Huéspedes en los alrededores de una costa fangosa, los pelícanos pueden verse entre acantilados rocosos, manglares y sitios donde hay árboles cercanos a la costa. Para Carrillo, que se preocupa de su alimentación, cuidado y protección, son su desvelo diario.

Los pelícanos pardos, una de las ocho especies que existen, son típicamente aves de color gris con un pico largo y una bolsa en la garganta elástica que usan para capturar peces.

“Hay algunos (pelícanos) que les pongo nombre y los conozco, aunque pueden parecer todos iguales, pero, en realidad tienen características diferentes”, dijo Carrillo, de 62 años.

Si bien los pelícanos pueden alimentarse solos, Carrillo dice que recolecta restos de alimentos en el vecindario del pueblo y, además, los cura si tienen heridas causadas por los anzuelos de los pescadores.

“Me gusta cuidarlos porque son aves nobles y cariñosas”, dijo, al mostrar cómo alcanzan los alimentos directamente de su mano mientras se mantiene parado en un pequeño bote previo a saltar a los manglares cercanos o a la fangosa costa.

Carrillo trabajaba en una empresa pesquera estatal, pero desde que cerró hace ocho años ha subsistido con labores ocasionales como la venta de hielo y las remesas que ha recibido de su familia en Estados Unidos.

“Me siento muy sólo cuando los pelícanos se marchan. Cuando salen volando al aire me cae una tristeza y un desespero porque llegue nuevamente noviembre. Son prácticamente mis hijos y algo me falta diariamente”, dijo.

Carrillo, quien vive solo, tiene tres hijos y cinco nietos, pero en los últimos tiempos no ha podido verlos debido a la pandemia. Sin embargo, se mantiene en actividad al alimentarlos tres o cuatro veces al dia, algo difícil en momento en que el país atraviesa una crisis económica que ha desatado una escasez de productos básicos.

“Mientras viva, los seguiré cuidando”, dijo animado.

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