Falleció periodista José Luis Estrada Betancourt, jefe de la Redacción de Cultura de Juventud Rebelde
Este sábado 21 de agosto, tras varios días ingresado a causa de la COVID-19, falleció José Luis Estrada Betancourt, jefe de la Redacción de Cultura del periódico Juventud Rebelde.
Hay seres de luz que nos acompañarán por siempre. Ese es José Luis Estrada Betancourt entregó con total devoción 19 años de su vida a Juventud Rebelde, y en sus anales quedará su vasta obra en pos de la cultura toda.
En una entrevista hace menos de un año, Jose había declarado: «Vivo para el periodismo desde que se instaló con firmeza en todos mis poros. Le dedico 48 horas al día. Me desvelo pensando en la entrevista que tendré mañana, en la palabra con la cual intentaré atrapar al lector como si se tratara del néctar irresistible con el cual las plantas carnívoras hipnotizan a los insectos. Yo no quiero “tragármelos”, pero sí que busquen mi nombre en las páginas del periódico cada día, que me lean y hasta que decidan escribirme, ser mis nuevos amigos».
Es hondo el dolor que nos embarga en esta hora en que la vida nos ha jugado la peor de sus pasadas. Juventud Rebelde siempre lo recordará por su entrega, su alegría, su profesionalidad, su amor incondicional por cada minuto que pasó en nuestra redacción.
Al fallecer tenía 53 años.
Su última crónica ya ingresado, contando su lucha contra la enfermedad la publicó en FB y allí describía:
¡¡¡¡Qué bobería!!!! ¿Que existe una enfermedad rara, mortalísima, dando golpes por el mundo y que yo me iba a perder la oportunidad de poner a prueba mis poderes sobrenaturales, a perder la oportunidad de utilizar una de mis vidas felinas?
Nada, de eso nada. Aquí llevo en el hospital Fajardo desde el martes, cayéndome a trompada limpia con la COVID. La tanda de Olimpiadas que me disparé hizo que se me montaran los "bates" de Mijaín López y Julio César la Cruz, porque yo soy así: cuando hace falta, dejo a un lado la gimnasia artística y el nado sincronizado, y me pongo de a lleno con los puños, los estrellones y zancadillas.
Desde que empezó esta mierda tuve el presentimiento de que si me ponía en la guanajá, me iba a tener que fajar duro, porque este corazón mío, que es tan bueno, ya tuvo su "falleteo", porque, aunque muy poco visibles, el Guillain Barre nos deja huellas. Y me cuidé mucho, como gallito fino, gasté lo que tenía y no tenía para pagar todo por "afuera" y no hacer ni una sola cola, mientras mis amigos de siempre, muchos, me tiraron innumerables salves...
Pasó un año, casi otro, y de pronto mi pasión por el trabajo, mi compromiso con la gente buena, que sueña, que no se deja vencer, me convenció de que debía regresar a Santo Domingo, el pueblo lindo de la Sierra Maestra en Bartolomé Masó. El Turquino estaba a la vista. ¿Por qué creí que debía ir? Porque la Asociación Hermanos Saíz es la organización a la que mí me hubiera gustado pertenecer cuando era un muchacho como estos de hoy con la cabeza llena de canciones, poesías, representaciones, libros..., y esta es una de sus principales tradiciones. Un acto de fe y hermandad. Poder ver con tus propios ojos que todavía existen la bondad, la camaradería, la sonrisa pura, las fuerzas rebeldes, el amor a flor de piel..., te cura todo lo feo de un golpe y te inmuniza por un tiempo. Y porque la AHS, que me dio el privilegio de hacerme su Miembro de Honor, está muy cerca de los 35.
Pero otra razón también me empujó con fuerza: el histórico Campamento de Pioneros Exploradores Ramón Paz Borroto, la primera instalación de este tipo que inaugurara Fidel para los niños de la Sierra Maestra, hizo ya 40 años (19 de julio de 1981). Esa es nuestra casa, como toda la contundencia y verdad que posee esa expresión. Se lo debía a la tropa incansable de Jorge que late con corazón de montaña y palmas altas y verdes; a la entrega enfermiza de Oylet Álvarez, el mejor guía de pioneros del universo y la mano segura que te conducirá hasta la cima más alta de Cuba; a Ariel, el chofer menos Rápido y Furioso y Más Valiente y Diestro, "que no he tenido ni un solo sustico" en esas lomas del "infierno"; a Caña y Yuri, los que más me malcrían allí...
La última vez que fui, bajé con un grito que solté en JR con un poco de rabia, denunciando cómo se dejaban morir los sueños. A veces ni los del Comandante andan muy protegidos. Hubo de todo tipo de reacciones, claro, y gracias a eso, siete años después se consiguió levantar uno de los campamentos con sus años y duchas, el comedor con la cocina y... y lo demás se detuvo. La COVID, además de enfermarnos, da muchas posibles justificaciones.
Hace siete años los niños de la Sierra Maestra no tienen su campamento que tanto necesitan, que los enseña a enfrentarse a la vida, a amar a la Patria desde el apego a la naturaleza y la historia, no desde la consigna. Ellos querían verme otra vez, darme las gracias por fin, reír conmigo, y yo necesitaba hacer otra vez mi trabajo.
Me contagié en algún punto de ese largo periplo en el que Fred, lleno de agua, nos acompañó, ese largo trayecto que me dio la bendición del encuentro con Doña Juana, la Faraona, mi dueña absoluta. Juro por lo más sagrado, que se fue en extremo cuidadoso, que se tomaron todas las medidas, tal vez haya sido el beso del lagarto, ¡qué sé yo! Ya les he advertido mil veces que soy de mantener a los amigos en jaque, comiéndose las uñas cada cierto tiempo, de ponerlos llorar, a rezar, a empujar, a organizar, a mover cielo y tierra. Se me está yendo las manos. Creo que se me pueden cansar. Lo siento.
Esta es una lucha dura, pero encima de mí están todos los ojos, todos los médicos, todos los medicamentos, todas las atenciones, todos los amigos de los amigos de los amigos. Mi tratamiento es evaluado lo mismo desde España y Ecuador, que desde Estados Unidos, que han hecho una "comisión por WhatsApp" con los de la Isla y todos coinciden en que no se está escatimando nada.
Si a eso se le añade mi estirpe de guerrero, hijo de Juana, mi energía incombustible, mi fe ilimitada, mi aceitado tren de pelea, entonces, puedo decir que este tampoco será "peo que rompa calzoncillo". Pero… pero, es una enfermedad dura de pelar, repito, y ahora mismo estoy débil. Orinar, descargar la taza, bañarme, levantarme, me están costando. Responder llamadas me deja tirado, como si cortara caña bajo el sol...
Por eso estoy haciendo este post, porque hasta ahora no ha habido un minuto en que no lleguen 10, 20 mensajes. Y eso que Facebook se acaba de enterar. Es la mismísima y bella locura del milagro de la amistad, pero que en este justo momento atenta contra mi salud cachicambeá. Prometo hacer todos los días un parte de mi situación. Pueden escribir lo que deseen que poco intentaré leer, mas no podré responder. No ahora. Mi corazón necesita descanso, debo cuidarlo muy bien, es mi cajita mágica, no puedo ponerlo en riesgo mucho más, si él se me enreda... Sé que lo entenderán. Aquí les dejo el parte de esta mañana, porque lo prometido es deuda. Los amo.
Parte I
Ayer medio blanditón. Supongo que por el primer golpe de antibiótico y demás medicamentos. Cualquier esfuerzo físico me pone a toser como un potro salvaje, y me lleva un tiempito relajarme y pensar que el aire me va alcanzar en verdad para respirar. No estaba muy seguro de si después de mi asco y mi insistencia con limpieza me hallaba por fin listo mentalmente, con energía para soltar lo acumulado y bañarme, pero ¡Aleluya!!!!! Claro, después del baño me quedé pidiendo oxígeno extra.
¡Dormí con saturación en 95!! Dormí tranquilo. Hoy comenzó un nuevo día, me metieron un pinchazo en la panza que como me dolió se me olvidó preguntar qué era (ya supe que la salvadora heparina). Primer golpe de antibiótico, 24 horas. Pastillas todas de la presión que sigue controlada. Listo para la pelea. Ayer no lo sentí mucho, la verdad, hoy ya soy casi el mismo de siempre.