Luis Felipe
Gutiérrez

Luis Felipe Gutiérrez
Pincho Gutiérrez
Fallecimiento:  
14
/
1
/
1957

Entrenador de Kid Chocolate y Giraldo “El Niño” Valdés, boxeadores cubanos.

No lo fascinan estos barcos pesqueros que heredará y el padre le muestra Surgidero de Batabanó. Las olas. La espuma. La mar. Los hombres bajo el sol. Anzuelos. Chinchorros. Las capturas. Luis Felipe Gutiérrez ama otro ámbito: el del jab y el upper cut, ya como manager, ya como escritor o funcionario.
De joven, jabalinista; de ahí su apodo de Pincho que ya es su nombre y le agrada. Remero, junto a Julio Antonio Mella, en la canoa del Centro de Dependientes, campeona nacional. La rebeldía del líder se le siembra en el alma y avanza con el tiempo. La familia lo envía a estudiar a los Estados Unidos: su universidad mayor fue la del… boxeo. Le navegaría para siempre por las arterias.

Dirige a figuras destacadas del cuadrilátero: Black Bill, Relámpago Sagüero, Vidal Gregorio, Mateo de la Osa, Victorio y Valentín Campolo, Ignacio Ara, Canadá Lee, Baby Joe Gans e incluso participa de las ganancias del gran campeón mundial batam, el panameño Al Browns. Su estrella, Kid Chocolate, quien lo convence de esa luz especial al vencer en dos oportunidades a otro de los púgiles de la escuadra bajo su mando: Johnny Cruz. Él y aquel negrito inmortal nacido en el Cerro, se complementan: no hay Pincho sin Chocolate ni Chocolate sin Pincho. Guía de profesionales, no puede escapar del negocio: pasa por pantanos y las huellas son pocas. Honesto, sensible, es excepción en un oficio terrible.

Desde Nueva York escribe a un amigo: "Todo aquí es falso y me dan ganas de dejarlo todo y volver a La Habana donde se respira el aire de sinceridad. Todo aquí se arregla con dinero. Los sentimientos se fabrican con dinero y para no contagiarme con esa falsificación humana me encierro por las mañanas en mi oficina de Broadway donde sueño con liberarme algún día de esta gente que no puedo resistir".

En la capital de la patria, durante un descanso, comprende que el aire hiede como nunca por culpa del machadato, y los luchadores por el triunfo de la decencia son perseguidos, llevados tras las rejas, asesinados. Los apoya. Le plantea al Chócolo: "Vámonos, aquí no podemos estar. Ya nos utilizaron en el recibimiento que nos dieron y no quiero que este régimen antipopular nos siga usando".

Se van, pero antes se despide con una carta pública en la que desnuda a la tiranía. Camarada de los comunistas, los auxilia monetariamente y en diversas acciones, en diferentes etapas. A mediados del 50, un reportero escribirá: "Sus ataques rebeldes no son de fecha reciente. Por el año 30 ya estaba Pincho -que nada necesitaba entonces- en andanzas revolucionarias".

Muy sonadas sus broncas con raqueteros y magnates en Estados Unidos. Del Kid son estas palabras: "En la calle, era más boxeador que yo. ¡Qué hombre tan hombre!" Y jamás olvidaría que entre ellos no existía un contrato firmado: "No hacía falta. Entre nosotros sobraba. Pincho, ¿mi amigo? No, más que eso, mucho más que eso: mi hermano, mi padre. Si le hubiera hecho caso en muchas cuestiones…"

Enero 14 de 1957. Cierta molestia en el pecho no ahoga en Pincho la sonrisa por las reminiscencias y mucho menos el coraje. En su casa del reparto Almendares, busca palabras para un comentario contra la tiranía. Adversario declarado del batistato, ha sufrido cárcel por ello. Acosado, las puertas del trabajo cerradas, le queda el comentario radial Verdades Deportivas. La salud, quebrantada; la moral, incólume. El dolor se incrementa… ¡Colapso! Pincho se desploma. En la máquina de escribir, queda inconcluso el artículo que fustiga males del deporte nacional y se dirige más allá: golpea a la dictadura y sus amos foráneos.