Lázaro Ross

Lázaro Ross
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Ocha Niwe, akpwón
Nacimiento:  
11
/
5
/
1925
Fallecimiento:  
8
/
2
/
2005

Lázaro Ross. Es un cantante de origen cubano. Dotado de unos registros de voz exclusivos y de una profunda vocación artística y pedagógica, fue uno de los fundadores del Conjunto Folklórico Nacional.

Nació en La Habana. Fue fundador, en 1962, como informante y akpwón, del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. Fue uno de los akpwón (cantante de música yorubá) más importantes de Cuba; su nombre de santo es Osha Niwe (Santo de la Manigua).

Aprendió los primeros cantos con Otilia Mantecón. Inició su carrera artística en los espectáculos del Departamento de Folklore del Teatro Nacional. Actuó como cantante y bailarín de las obras Yorubá, Rumbas y comparsas, Yorubá-iyesá, Música popular, María Antonia, Alafin de Oyó, Palenque, Arará y Tríptico oriental.

Es conocido como Ocha Niwe en el ámbito de la Regla de Ocha. Actuó en los filmes Historia de un ballet, 1961, y Osain, 1964.

Entre otros, grabó discos con los grupos Síntesis, dirigido por Carlos Alfonso, y Mezcla, dirigido por Pablo Menéndez. Ha obtenido tres premios Cubadisco; en el 2001 fue nominado al Grammy Latino, y en el 2002 le fue otorgado el Premio Internacional Fernando Ortiz, otorgado por la Fundación Fernando Ortiz de Cuba. Fue nominado al Premio Grammy, por Yemayá, mejor álbum de música folklórica, 2001, y Orisha Ayé, el mejor álbum de música folklórica 2002, y en el Cubadisco, con el mismo disco y ese mismo año ganó el premio de música folklórica.

Obras
Alafin de Oyó, (1971)
Libreto, (1971)
Arará, (1979)

Lázaro fue un famoso intérprete de la música yoruba afrocubana. Figuró como invitado especial en el disco Cantata a Babalú, de Chucho Valdés e Irakere, nominado a los Premios Grammys en 1999 en la categoría de Música Tradicional. En el año 2001 recibió el Premio Cubadisco por su obra discográfica Yemayá y Ochún, en la categoría Música Folklórica. Ese mismo año le fue otorgada la nominación a los Grammys Latinos por su composición Yemayá, y en 2002 vuelve a optar en esa importante convocatoria con su disco Changó, del Sello Unicornio.

A Lázaro Ros se le conoce como el más célebre akpwón cubano en materia de cantos folklóricos correspondientes a la Regla de Ocha. En este sentido, realizó un gran aporte al rescate y revitalización del folklore afrocubano. Su obra contribuyó no solo a la conservación, sino también al enriquecimiento y divulgación más amplia a través de múltiples medios (el teatro, la televisión, el cine) de la herencia folklórica (cantos y danzas) que nos identifica como cubanos. Gracias a su esfuerzo, voluntad y perseverancia, hoy contamos con múltiples grabaciones del rico acervo de la cultura tradicional, fundamentalmente la dedicada al mundo de los Orishas.

En 1962 se creó el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. Entre los fundadores de esta institución cultural tenemos al Dr. Rogelio Martínez Furé, al coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes Cortés, y otros intelectuales, pero también muchos hombres y mujeres del pueblo que por sus conocimientos en bailes, cantos y toques tradicionales, contribuyeron a esta noble empresa, que surgió para satisfacer una necesidad de nuestro país, ya que no había una institución capaz de recoger las manifestaciones danzarias y musicales de carácter nacional e integrarlas de forma definitiva a la nueva cultura socialista. Lázaro Ross fue también fundador de esta institución, y fue allí donde realizó su primer trabajo profesional continuado durante 40 años de carrera artística. A Lázaro Ross se recurre por sus conocimientos y habilidades artísticas, de forma destacada y libre de prejuicio; de forma profesional sube continuamente al escenario con toda una gama de representaciones artísticas, unas veces como cantante y otras veces como bailarín.

La fuente de donde bebe el arte de Lázaro Ross es la cultura africana como un todo, donde sobresalen los cultos religiosos de raíces africanas. Ahora bien, estos elementos africanos confluyeron con otras culturas, formándose lo que algunos investigadores llaman “sincretismo religioso”.

Lázaro Ross se relacionó con los cultos afrocubanos, pero también fue bautizado en el catolicismo. A la pregunta: “¿Ha tenido usted alguna relación directa con el catolicismo?”, respondió: “¡Cómo que no!, si yo los primeros cantos los hice en la Coral de los Padres Salesianos en la Víbora. Allí canté yo el Ave María. Esas eran grandes escuelas, tenían unas dos aulas para los pobres negros. Los que tenían buenas voces los cogían para cantar en el coro. ¡Aaaah! Mi abuela y mis tías eran todas católicas. Yo me inicié en la iglesia católica de Diez de Octubre y Carmen, en la Víbora. Yo me bauticé ahí, también mi hermano y mis nietos” .

Apolinar González, por mediación de Ochún Yemí, le aconseja a Lázaro que se haga santo lo más rápido posible. Él queda sorprendido porque estaba en ese mundo solamente por su pasión por el canto, y por su mente nunca pasó que un día tendría que iniciarse en la santería. Se inicia el 21 de noviembre de 1950, a la edad de 25 años. Ni la abuela ni la madre, católicas, estaban de acuerdo, y solo les quedó resignarse a la decisión tomada por Lázaro. Lo coronan con la deidad Oggún: Rey del monte, dios de la guerra, dueño de los metales; simboliza la fuerza motriz del mundo, lleva consigo el secreto de la aleación de los minerales, y también representa la agricultura. Su nombre en el santo era Ocha Niwe, que significa santo de la manigua; su orisha titular era Oggún Algbedé. Lennys, hermana de santo de Lázaro, cuenta que cuando le estaban cantando el Itá [5], al decírsele que viajaría el mundo entero, este se echa a reír y dice: “Como único que hagan un festival de peladores de pollo y yo sea el ganador”. Dada su ascendencia social, lógicamente, Lázaro no podía pensar en que en aquellos momentos pudiera tener oportunidades para alcanzar logros relevantes en el campo del arte.

En abril de 1949 Lázaro se encuentra con su amigo Venero, quien era religioso y trabajaba en la Cadena de Radio RHC Cadena Azul. Le propone a Lázaro cantar en una emisión radiofónica y este, sin pensarlo dos veces, acepta la propuesta; no cobraba ningún salario y el programa se trasmitía a partir de las 11 de la noche los domingos. Este fue el primer paso dado por Lázaro para introducirse dentro del mundo profesional.

En 1959 fue llamado por Argeliers León para integrar como cantante y bailarín el colectivo que realizó los primeros espectáculos folklóricos en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, situándose ya desde el punto de vista escénico con el estreno de la obra Cantos y leyendas. Un poco más adelante colaboró como informante del Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba; investigadores como Isaac Barreal, Rogelio Martínez Furé, Alberto Pedro y Miguel Barnet le invitaron como cantante para ilustrar sus conferencias. También colaboró con el Movimiento de Artistas Aficionados impartiendo clases de carácter folklórico.

En 1961 Lázaro participa en la filmación del documental Historia de un Ballet, que ha transcendido hasta nuestros días como un clásico dentro de la historia del Folklore Cubano y que recoge la coreografía “Suite Yoruba”. Esta historia nos enseña cómo cantaban y bailaban nuestros ancestros religiosos, recoge un profundo estudio hecho por el ensayista, maestro y coreógrafo Ramiro Guerra; y muestra toda una gama de mensajes religiosos donde se caracterizaba a todos los Orishas del panteón yoruba, combinando la raíz folclórica con movimientos de la técnica de danza moderna.

En 1962 se crea el Conjunto Folklórico Nacional. Era un día cualquiera, Lázaro cantaba en una casa en La Palma guaracheando como le gustaba a él, cuando llega Rogelio Martínez Furé y le dice que debe ir a Manrique y Neptuno y presentarse como cantante. Rápidamente Lázaro se dirige hacia allá y es aceptado, comienza su labor como informante y en poco tiempo pasa a escena como cantante y bailarín. Este colectivo se convierte en la segunda casa de Lázaro Ros.

Estibadores, peluqueras, estudiantes, actores, personas sencillas o sofisticadas, sabedores de creencia, de movimiento y sonoridades plenas de vigor existencial, integraron el núcleo originario de 56 miembros escogidos. Para cuidar la autenticidad folklórica, sin caer en una versión estilizada o de reproducción etnográfica, la asesoría recolectaba los materiales a utilizar en investigaciones con los siguientes informantes: Trinidad Torregrosa, Nieves Fresneda, Jesús Pérez, Emilio O'Farril, José Oriol Bustamante, Manuela Alonso y Lázaro Ros. Estos seleccionaban los elementos de mayor riqueza y fuerza expresiva, se concebía el espectáculo desde el punto de vista artístico y se trasmitía, mediante los libretos y posteriores trabajos de mesa, todo ese cúmulo de información que se le daba al coreógrafo para su ulterior montaje teatral, y a los diseñadores, quienes debían plasmarlo en bocetos y maquetas. Esta tarea era luego supervisada por el asesor y los informantes. El trabajo en equipo, las discusiones fraternales y las críticas positivas, lograron que las proyecciones danzarias y cantorales, la escenografía y el vestuario del Conjunto, alcanzaran un alto nivel artístico.

El surgimiento del Conjunto Folklórico fue una bendición; a partir de aquí comienza una nueva vida para él. Al recordar los primeros años vividos, siempre exaltaba aquella fecha, cuando el Conjunto se presentó por primera vez en el Teatro Mella durante tres meses de miércoles a domingo, y con enormes colas en la calle.

Un año después de la fundación del Conjunto, Ross aparece entre los más famosos informantes, interviniendo en múltiples conferencias sobre el folklore cubano. Así, en el año 1964, luego de una visita a Cuba de Claude Plasón, director del Teatro de las Naciones Sarah Bernhardt, el CFNC fue invitado a participar en el evento que se celebraría en París, representando a Cuba, “la de Fidel”, como decían los diarios. Este viaje era por 15 días y se transformó en seis meses. El Conjunto hizo el mayor número de representaciones y ofrecieron muchas conferencias ante destacados etnólogos y artistas franceses, se hicieron presentaciones para la televisión y transmisiones a través de las más importantes redes radiodifusoras, se grabó un disco para la colección Chant Du Monde de París y para la BBC de Londres. Todo esto favoreció grandemente la divulgación de los cantos y danzas folklóricas cubanas.

Desde sus inicios en el Folklórico, además de ser cantante, fue bailarín e informante, y hasta se desarrolló como profesor, labor que ejerció por más de 30 años. Lázaro, como maestro, era muy dedicado, y enseñó con el mismo rigor con que aprendió; era un especialista de los cantos yoruba, hacía mucho hincapié con sus escrituras, escribía canto por canto en la pizarra, explicaba con mucha paciencia cómo se debía mantener el tono adecuado sin perder el ritmo y perfeccionó a sus muchachos en los diferentes géneros de canto que conocía. Cuando trabajaba con los cantantes era más exigente todavía, le gustaba comenzar con conversatorios sobre la llegada de los diferentes grupos étnicos a Cuba y las distintas lenguas existentes, y después era que comenzaba a hablar sobre los cantos y sus significados, explicando por qué era importante aprender cada palabra correctamente, y diciendo que la esencia máxima de un cantante era conocer a plenitud todo lo que entonaba, perfeccionando de forma rigurosa las líneas melódicas de los cantores.

Su gran amiga y hermana Natalia Bolívar opina: “La voz de Lázaro es salida de las profundidades de la selva nigeriana. Esa voz era única, tan potente y a la vez cadenciosa, poderosa por excelencia”.

Después de una investigación que hicieron Juan García y el Maestro Lázaro, se creó el “Ciclo Arara” en el año 1966. A partir de aquí se empezaron a cantar por primera vez los cantos de Arara en Cuba dentro de los tambores batá. Debo señalar que los Yorubas y los Araras siempre fueron enemigos, en África como en Cuba, debido a que los Yoruba vendían a los Araras para los esclavistas. El hecho de que se introdujeran los cantos de Arara dentro del tambor batá, ayudó a la reconciliación entre los dos grupos étnicos.

A Lázaro Ros se le conoce como el akpwón más importante de Cuba. Cuando escuchas con atención sus cantos, te das cuenta de que tenía un tono rítmico mantenido, cosa que hoy se ha perdido. Él sentía un gran placer en crear un trabajo conjunto con el bailarín y el músico. Cuando comenzaba su canto, lo hacía con una suavidad sonora, sin perder nunca el deje verdadero que llevan los cantos yoruba, obligando con esto al tamborero a tocar un ritmo orgánico que conjugara con su estilo musical. Sus hermanos de religión decían: “Él tenía un don especial; en las fiestas de santo hacía que las personas se barullaran constantemente, logrando que rápidamente el santo poseyera a su caballo”.

En 1981 Lázaro graba su primer LP con el grupo Síntesis: Ancestros, con la canción “Titi Laye”. El disco fue premiado por la EGREM, gracias a la fusión entre rock y folklor. Años después, el Maestro emprende un nuevo compromiso discográfico con su gran amigo Pablo Menéndez, director de Mezcla. Cuenta Lázaro: “Un día me encontré con Pablo Menéndez, y me dijo: ‘Tú no sabes lo que yo daría por hacer un disco contigo’. Y yo le respondí: ‘Ya lo estamos haciendo’. Pablo me dijo: ‘Las ocho canciones las cantas tú, nosotros solo te ayudamos con el coro’”.

En 1992 fundó el reconocido grupo Olorun con 12 jóvenes aficionados, quienes traían pocas nociones de los cantos yoruba, pero grandes deseos de interpretar y aprender de la experiencia de Lázaro Ros. También se destacó como escritor. En 1971 crea “El Alafin de Oyó”, obra dramática vinculada al baile, la danza, al toque y al teatro. Con esta obra marca un hito en el quehacer artístico del Conjunto Folklórico, porque Lázaro fue capaz de integrar todo, creando una pauta sin diferenciar entre actor y bailarín.