Félix Pita Rodríguez

Félix Pita Rodríguez
Foto
Cubarte
Nacimiento:  
18
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2
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1909
Fallecimiento:  
19
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10
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1990

Poeta, narrador, ensayista, autor teatral, periodista, crítico literario, traductor, escritor de radio y televisión. Una de las grandes voces de la literatura cubana. Premio Nacional de Literatura.

Nació en Bejucal, antigua provincia de La Habana, realizó sus estudios primarios en la escuela pública de su villa natal. Al morir su padre se trasladó con su familia a La Habana, y entre 1926 y 1927 viajó por México y Guatemala, donde trabajó como ayudante de un vendedor de bisuterías y tónicos milagrosos.

Colaboró en las principales publicaciones en las que se expresó el vanguardismo en Cuba durante la primera década del siglo pasado, como la Revista de Avance, Social, Atuei y el suplemento literario del Diario de la Marina.

El carácter bohemio de su vida juvenil lo llevó a visitar París (1929), donde estuvo en contacto directo con las principales figuras del movimiento surrealista; Italia (1930); España (1931) y Marruecos (1932). En compañía de Juan Marinello, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, formó parte en 1937 de la delegación cubana al II Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura que en plena Guerra Civil Española tuvo lugar en Valencia, Madrid, Barcelona y París. Visitó Bélgica en 1938 y de regreso a París se desempeñó como Jefe de Redacción de La voz de Madrid (1938-39).

Al regresar a Cuba en 1940, ocupó hasta 1943 la dirección del magazine dominical del periódico Noticias de Hoy, órgano oficial del Partido Socialista Popular. Con su poema “Romance de América la bien guardada”, de temática antifascista, Pita obtuvo en 1942 el primer premio en un concurso convocado por la Dirección de Propaganda de Guerra del Ministerio de Defensa Nacional.

En forma paralela a su actividad periodística se desempeñó como autor radial y fue electo en 1943 por la Asociación de la Crónica Radial e Impresa como el mejor autor dramático de ese año, a la par que incursionó en forma ocasional en nuestra vida teatral con su obra “El relevo”, estrenada en 1944 en el Teatro Principal de la Comedia bajo la dirección de Paco Alfonso. Fue esta una obra que se proponía ofrecer una estampa dramática en un acto, y dividida en cinco cuadros, sobre la resistencia china ante la invasión japonesa. En 1946 obtuvo el Premio Internacional “Hernández Catá” con su relato “Cosme y Damián”. Como autor de radio y televisión se desempeñó con posterioridad en Buenos Aires (1949) y Caracas (1958-59).

A su regreso a Cuba tras el triunfo de la Revolución en 1959, llevó a cabo una destacadísima labor en la vida literaria del país. Fue Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y Presidente de su Sección de Literatura, miembro del jurado de importantes concursos nacionales e internacionales, como el Premio Casa de las Américas. Como representante de nuestros organismos culturales viajó, entre otros países, a la Unión Soviética, China y Viet Nam.

Tradujo del francés diversos textos de literatura vietnamita, de manera señalada el Diario de prisión, de Ho Chi Minh. Poemas y cuentos suyos han sido traducidos a numerosos idiomas como el inglés, francés, italiano, alemán, ruso, polaco, checo, chino, búlgaro, húngaro y el vietnamita. Su cuento “San Abul de Montecallado” fue llevado al cine en México.

En 1985, como reconocimiento a la totalidad de su obra, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, y en 1986 mereció el Premio de la Crítica por su libro De sueños y memorias. Por su señalada contribución a la cultura nacional le fueron conferidas la Distinción por la Cultura Nacional y la Orden Félix Varela.

Pita sobresale como uno de los cuentistas más intensos y prolíficos de la literatura cubana a partir de los años treinta. Su obra narrativa se caracteriza en sentido general por contaminarse de su veta poética, y por insistir sobre todo en temáticas sociales con proyección emancipadora.

Los cuentos de Pita pueden dividirse en cinco etapas fundamentales: los cuentos tempranos habaneros (1927-1929); los cuentos vanguardistas (1929-1936), influidos por París y el surrealismo; los cuentos de militancia antifascista, donde gana conciencia ideológica; los cuentos de Montecallado (1945-1955) y los del Itsmo (1946-1955), todos ellos con la impronta de la indagación humanista y sobre la realidad americana; y los cuentos posteriores a 1959, una fecha que en general marca radicalmente la obra de Pita.

En sus dos primeras etapas, a la que pertenecen cuentos como “Eurípides, vegetariano”, “El fantasma borracho”, “La musa”, “Fábula de Puck, vendedor ambulante”, “Alanio o de la indiferencia” y “Eclipse de don Menguante”, destacan rasgos comunes como las constantes digresiones de la acción; los juegos de palabras y la quiebra de la retórica y la sintaxis tradicional; la filiación con las ideas del surrealismo, tales como la preocupación por el mercantilismo del arte y la cultura, la manipulación que hace el mercado de las expectativas del público, la negación del estatus burgués; el humor o la ironía; las marcas de la oralidad; la ruptura de las estructuras narrativas convencionales y de la ilusión de la ficción mediante la trasgresión de los límites entre realidad e imaginación, y entre autor, narrador y lector; así como la actitud consciente del proceso creativo.

Los relatos siguientes fueron los de su maduración narrativa. Partieron de sus experiencias en los pueblos de España –a partir de los cuales construyó la aldea de Montecallado, aunque no es descrita desde rasgos localistas–, y en los países centroamericanos, fundamentalmente en el Itsmo de Teuhantepec y en Guatemala. En estos relatos existe una correlación de personajes y anécdotas, y aunque persisten los motivos surrealistas, en lo fundamental se trata de cuentos realistas donde aparecen los temas de la soledad y la solidaridad, y de la enajenación y el trabajo como antítesis morales. Los cuentos de esta etapa son narrados casi todos desde la perspectiva de personajes del subsuelo urbano y agrario, y por lo tanto tienen importancia aquí el habla y el imaginario populares. El relato más importante de este período es Tobías (1952), sin dudas, el más antologado de Pita.

A partir de los años 60, Pita volvió a insistir en historias sobre el Itsmo de Tehuantepec, aunque esta vez desde una cuerda mucho más social. Niños de Vietnam (1968) fue asimismo un libro de cuentos de interés social, que Pita dedicó a su nieta a partir de las experiencias adquiridas en ese país asiático. El libro resalta el heroísmo del pueblo vietnamita, y en especial de sus niños. De alguna manera este libro introduce otra arista que comenzó a manifestarse con fuerza, a partir de entonces, en la narrativa de Pita: su carácter didáctico, evidenciado en obras de difícil clasificación genérica, y con cierto carácter lúdico, imaginativo y transgresor, como Los textos oElogio de Marco Polo.

La obra poética de Félix Pita Rodríguez lo sitúa como un vanguardista cubano fuera de tiempo, al igual que escritores como Samuel Feijóo, Virgilio Piñera o Lorenzo García Vega. Sin embargo, al ser el más joven de todos ellos, en su obra no existen antecedentes posmodernistas, algo que fue común a los poetas que llegaron a la vanguardia con una obra en maduración. Por otra parte, la experiencia vital de Pita lo llevó a reproducir la actitud bohemia y despreocupada de los modernistas, algo que sí se expresa en su obra en general.

Su poesía, fundamentalmente, se nutre de la impronta surrealista que conoció a su paso por París. Como resultado de ello, destacan sus poemarios Corcel de fuego (1948) y Las noches (1950). Corcel de fuego, el primer gran intento poético de Pita, fue un libro que no sobrepasó los 500 ejemplares costeados por el propio autor, y prologado por Ángel Augier. Se trata del único poemario que Pita escribió antes del triunfo revolucionario cubano de 1959. Es este un cuaderno que se nutre de las experiencias acumuladas por Pita desde Guatemala a México, y de Montparnasse a las trincheras españolas. Algunos momentos del volumen, de hecho, contienen elementos autobiográficos. El libro contiene cuatro secciones que avanzan concentrando la angustia en una atmósfera de irrealidad y soledad, hasta llegar, en la última parte del cuaderno, a la certeza absoluta de la muerte.

Como sucede con otras zonas de su poesía, en este cuaderno se manifiesta una organización arbitraria de las imágenes, pero no para producir una realidad –como en el surrealismo–, sino que parte de lo irracional, de un “lirismo sin preocupaciones de inteligibilidad”, como él mismo manifestó en una ocasión. Este libro se vincula con la producción poética francesa de fines del siglo XIX, en especial por indagar en la capacidad de las palabras para expresar realidades por sí mismas, y las correspondencias entre los diferentes tipos de percepción sensorial. Son estas primeras composiciones suyas una manifestación de la poesía del “disparate puro”, puesto que carecen de centros temáticos o conceptuales, y resultan por ello incoherentes. Por otra parte, entiende la amoralidad como libertad suprema, y el dolor, el desconcierto y el sentimiento son intuidos, no se comprenden, por medio de la connotación de las palabras.

Es por todo esto que Juan Marinello caracterizó a Pita como poeta de “la nueva evasión”. Otros recursos que definen las primeras composiciones de Pita son el humor y el empleo tropológico de los calificativos, con lo cual también le otorga sentido a lo irracional. En Corcel de fuego se introducen además algunos de los temas persistentes en la poesía de Pita: el mundo existencial, y los destinos humanos frente a la vida y la muerte. Algunas de las categorías de su obra a partir de entonces fueron el camino y el viaje, como trayecto o proyecto vital; la unidad futuro-pasado, como periplo cíclico para la acción o la inercia, según se trate de la vida o la muerte; y la mano y el pie, como instrumentos y signos vitales.

A partir de 1960, la obra de Pita está dividida en dos grandes zonas temáticas: la primera de ellas, movida por la urgencia de la realidad revolucionaria y de los cambios sociales que se operaban en la Cuba socialista, y caracterizada por tanto por el aliento épico. A ella pertenecen cuadernos como Las crónicas. Poesía bajo consigna (1961), Poemas para Viet-Nam (1966-1975) y Cantata del guerrillero heroico (1969). En estos poemarios Pita confluye con la obra de otros muchos poetas cubanos que, por esos años, hicieron una poesía de servicio, testimonial y comprometida.

La otra zona de su obra poética posterior a 1960 está movida sobre todo por el aliento lírico que ya caracterizaba su poesía anterior. Se trata de poemas que insisten en la angustia de la existencia y en el tema de muerte, sin dejar a un lado, sin embargo, las notas de humor (Tarot de la poesía).

Félix Pita Rodríguez falleció en La Habana el 19 de octubre de 1990.