Emilia Margarita
Teurbe Tolón
Otero

Emilia Margarita Teurbe Tolón Otero
Marquesa Tolón, Ondina del Yumurí
Nacimiento:  
9
/
1
/
1828
Fallecimiento:  
22
/
8
/
1902

Emilia Teurbe Tolón nació en la casa de su padre, en una de las calles más céntricas de la próspera ciudad de Matanzas. Fue la patricia matancera que confeccionara la primera bandera cubana. El pabellón confeccionado por Emilia junto a su primer esposo y primo, el poeta Miguel Teurbe Tolón, en 1850, sirvió de muestra para la elaboración del que enarboló Narciso López en su desembarco por la Bahía matancera de Cárdenas, el 19 de mayo de ese año.

A los 16 años se casaría con su primo hermano Miguel Teurbe Tolón, erudito, patriota, educador y destacado poeta. A partir de este acto, celebrado en la Iglesia Parroquial de Matanzas (Catedral), compartió con su cónyuge el hogar, el amor, la afición por la poesía y los ideales políticos.

Miguel, reconocido en su época como el “poeta de la libertad”, se había vinculado a los propósitos conspirativos de Narciso López de Uriola, vecino de una propiedad colindante al ingenio San José, patrimonio de los Teurbe Tolón.

En 1848, descubierta la conspiración dirigida por López, y en previsión de las medidas represivas del Gobierno español contra los implicados en el movimiento, Miguel huye desde el puerto matancero hacia los Estados Unidos. Emilia permanece en la ciudad al cuidado de la madre y de las propiedades e intereses de la familia.

El joven poeta, inmerso en las actividades políticas que continuaron los emigrados cubanos en Nueva York, mantuvo correspondencia con su esposa y demás colegas matanceros. Esta comprometedora comunicación, espiada por las autoridades coloniales, originó la imposición de varias causas judiciales tramitadas por la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la Isla.

Una de ellas, incoada contra Emilia Teurbe Tolón, la acusaba de infidente y de ser colaboradora del esposo en los planes conspirativos.

Sometida a interrogatorios, órdenes de registro y prisión domiciliaria, finalmente fue deportada de Cuba en marzo de 1850. Se convertía así en la primera cubana desterrada por causa política.

Al arribar a Nueva York se unió al esposo y al núcleo de conjurados. En esos momentos se ultimaban los preparativos de la expedición que desembarcaría en Cuba para iniciar el levantamiento contra el poder colonial.

Un año antes, en junio de 1849, Miguel Teurbe Tolón, a instancias de Narciso López y con la participación del novelista Cirilo Villaverde y otros emigrados, había diseñado sobre papel el pabellón que identificaría a los combatientes en su lucha contra las fuerzas españolas.

Emilia Teurbe Tolón, integrada a las tareas preparatorias, participó en la edición y distribución del periódico La Verdad, atendido por su esposo, y cooperó en la recaudación de fondos para la causa y la ayuda a otros emigrados cubanos.

Ella recibió la encomienda de llevar al lienzo el diseño ejecutado por su esposo un año atrás. El destino la había señalado para el patriótico empeño.

Finalizaba el mes de abril de 1850 cuando Emilia, desterrada en Nueva York, se dispuso a bordar el pabellón de la estrella solitaria. La versión idealizada de la existencia de la bandera en un cojín de su casa de Manzano 71 en Matanzas, al ser ésta registrada en marzo de ese año, constituye sólo una bella leyenda superada por la verdad histórica.

En cumplimiento de la solicitud de Narciso López, en la casa de huéspedes sita en Murray Street, entre Brodway y Church, Nueva York, Emilia unió cintas de seda blancas y azules para formar las cinco franjas, y con un retazo de seda roja conformó el triángulo La estrella del pabellón también era de seda, y tenía un ribete del mismo género, blanco y trenzado. El modelo bordado medía dieciocho pulgadas de largo por once y media de ancho. Este original sirvió de modelo para la confección de la bandera que encabezó la expedición de Narciso López, y que ondeó en Cárdenas el 19 de mayo de 1850.

En 1854, fracasados los intentos anexionistas de Narciso López y sus seguidores, Emilia Teurbe le pidió la separación a Miguel y se casó por lo civil con el doctor Luis Rey de Perault. La ruptura matrimonial con el primo, el dolor de este, los prejuicios de la sociedad en la que vivió, han marcado su vida hasta la contemporaneidad.

Dos años después, Emilia regresó a Cuba con su segundo esposo, radicándose en la capital. De inmediato el obispado de La Habana emitió un edicto que la emplazaba a dirimir “...cierto acto de justicia que le concierne [...] sobre el matrimonio que dicen ha celebrado en los Estados Unidos”, mandato al cual nunca respondió. Por ello, al morir Miguel en octubre de 1856, fue asentada la defunción en los libros de la Iglesia Parroquial de Matanzas como cónyuge de Emilia Teurbe Tolón.

Miguel falleció víctima de la tuberculosis. Sin embargo, los contemporáneos de la pareja y sus familiares responsabilizaron a Emilia con la tragedia. Ellos consideraron que el abatimiento provocado por la separación había conducido al esposo a un abandono que desencadenó la mortal enfermedad.

La historiografía eternizó la inculpación, por lo general citando el poema A E., que firmó el bardo en Nueva York en septiembre de 1853; o A Emilia en nuestra separación, que escribió en ese país un año después. Veamos algunos párrafos del primer poema citado, respetando la ortografía de la época.

¿Con que para siempre “adiós”?
¿Con que aquel amor primero,
hijo de un soplo de Dios.
como huérfano extranjero
muere entre nosotros dos?
(...)

I hecho sepulcro el altar,
sin luz el templo sombrío
¿he de postrarme a llorar
en un hondo valle umbrío.
sin amor, patria, ni hogar?

I llegue mi hora postrera
i en el lecho del dolor
no oiga yo una voz siquiera
que junto a mi cabezera
me hable de Dios con amor,

I cuando el cadáver yerto
lleven después a enterrar
en algún lugar desierto,
nadie vaya a derramar,
dos lagrimas por el muerto¡

Ante esta posición, tanto de contemporáneos como de los historiadores del siglo XX, es significativa la omisión o minimización de un hecho. Miguel regresó a Matanzas días antes de su muerte y lo acompañaban su segunda esposa, la norteamericana Sarah Jeannie Wallace y su hija Estrella, de pocos meses de nacida. Resta aclarar que no hubo edicto ni censura alguna para él; por el contrario, la literatura histórica producida hasta la actualidad hace énfasis en sus desdichas por el amor perdido.

Emilia enviudó en 1884, y poco después se unió en terceras nupcias al camagüeyano Juan de Dios Estrada Companioni, con quien marchó a Madrid en esa década.

Antes de partir, ambos legaron sus bienes y el producto de varias rentas a la Institución Tolón –anexa a la de Zapata– destinada a la enseñanza gratuita de niños pobres, en una sociedad olvidada de los desposeídos.

A tres meses de inaugurarse la República, el 22 de agosto de 1902, Emilia falleció en Madrid. Terminaba una existencia accidentada: huérfana de padre a los 6 años de edad, desterrada a los 22 años, considerada por sus enemigos tanto la “Marquesa Tolón”, como tildada de “filibustera”. Relegada por familiares y amigos por su vida privada, sobrevivió a tres matrimonios, no dejó descendencia y fue responsabilizada con la muerte de su primer esposo; pero tuvo la virtud de la integridad ante la censura, registros, prisión y el proceso al que resultó sometida por la Comisión Militar.

No obstante lo sufrido por su actitud política, en el exilio se mantuvo fiel a sus ideales y consecuentemente integró el núcleo de conspiradores, bordó la bandera que representaría ese movimiento y que devino pabellón nacional, y cuando a los 60 años de edad abandonó definitivamente a Cuba, para no terminar sus días bajo el dominio colonial, donó todos sus bienes a la Sociedad Económica de Amigos del país.

Esa fue Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero. Por eso, al estudiar su vida y obra emergen elementos reivindicadores que se imponen por sobre cualquier consideración de orden personal.

En 1950, año del Centenario de la Bandera, el Congreso de la República la proclamó oficialmente Encarnación de la Mujer Cubana, y el Ministerio de Comunicaciones emitió una serie filatélica, dedicándole a la bordadora uno de los sellos que, además de reproducir su imagen y labor patriótica, se destaca por su valor estético.

Pero su justa dimensión la aportó el historiador matancero Francisco Ponte Domínguez, quien la dignificó para la posteridad al declararla divinidad del río que identifica su ciudad natal, Matanzas, y afirmar que Emilia Teurbe Tolón fue la “Ondina del Yumurí”.

Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de Colón el 23 de agosto de 2010. La sepultura de Emilia fue encontrada en el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena, en Madrid, gracias a una acuciosa búsqueda en más de una veintena de camposantos de la capital española, realizada por Ernesto Martínez, a petición de la historiadora matancera Clara Emma Chávez.

Fuente: Palabra Nueva.net y Cubadebate