José Antonio Ysidoro
Ramos
Aguirre

José Antonio Ysidoro Ramos Aguirre
José Antonio Ramos, El Capitán Araña, Pancho Moreira jr.
Nacimiento:  
4
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4
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1885
Fallecimiento:  
27
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8
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1946

Representante de la primera generación de dramaturgos republicanos, su obra se encierra en las tres primeras décadas del siglo, aunque su pieza inicial, Almas rebeldes, se publique en 1906, y la última, FU-3001, en 1944.

Escritor y diplomático cubano. Como diplomático realizó numerosas misiones en las legaciones cubanas en España, Portugal, México y Estados Unidos de América. Fundó la Sociedad de Fomento del Teatro (1910) y fue uno de los principales promotores del teatro cubano, al que aportó algunos de los mejores títulosrgia. Entre sus piezas tetrales destacan Tembladera (1918), y, entre su producción narrativa, Caniquí (1936). Sus obras se ocupan de problemas sociales y políticos. Asiduo colaborador en numerosas publicaciones cubanas y españolas, usó los seudónimos de El Capitán Araña y Pancho Moreira jr.

Fue uno de los más ilustres intelectuales del período de la República, marcó el desarrollo de la cultura cubana como literato, dramaturgo, crítico, pero también como primera persona que, en forma científica, se preocupó por la organización y representación de la información en las bibliotecas cubanas.

Nacie en La Habana y vivió su infancia y juventud en una casa situada en la calle Manrique No. 123. Sus padres, José Eduardo Ramos Machado y Clemencia Aguirre y Minués, ambos eran naturales de la capital del país. Se casó con Josefina de Cepeda, con la que tuvo un hijo.

Sus estudios primarios los realizó con normalidad, aunque parece que no fue así con los secundarios y universitarios que sufrieron interrupciones y se desarrollaron de modo autodidacta. Consta que su título de Bachiller en Letras y Ciencias le fue expedido por el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas en 1921, a la edad de 36 años.

No obstante, la vida laboral de José A. Ramos comenzó tempranamente. A los 15 años empezó a trabajar como traductor de inglés y como mecanógrafo en el Departamento de Obras Públicas. También comenzó a dedicarse a escribir, sobre todo, durante su primer viaje a Europa, entre 1907 y 1909. Interesado por la cultura, su primera inclinación fue la de escribir y a esta labor, él se consagró hasta los últimos días de su vida. Fue novelista, dramaturgo y ensayista, levantó su voz contra las injusticias sociales y a favor del desarrollo intelectual.

Fue un entusiasta de todas las labores intelectuales en que se desempeñó a lo largo de su fecunda vida. Con la misma brillantez hablaba sobre el sentido económico de la emancipación de la mujer -5 de diciembre de 1921, Club Femenino de Cuba) que sobre cubanidad y mestizaje -28 de septiembre de 1937, Sociedad de Estudio Afrocubanos.

Por su labor en el campo de la cultura, en 1937 fue hecho Académico de Número de la Academia Nacional de las Artes y Letras, específicamente de la sección de Literatura. Fue miembro también de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales.

El lugar primordial en la vida de José A. Ramos durante mucho tiempo lo ocupó el teatro, a donde iba en compañía de su amigo Max Henríquez Ureña, recorridas que se terminaban en las reuniones y tertulias culturales en casa de Max. Allí, mientras cada uno escribía la crónica que debía entregar al día siguiente, artistas y amigos en general se deleitaban por el encuentro e, incluso, ellos dos hacían gala de sus aptitudes artísticas, principalmente con el piano. Unidos por su pasión por el teatro, Ramos y Ureña, fueron iniciadores de la fundación de la Sociedad de Fomento del Teatro, en abril de 1910. Ramos se aficionó también a la crítica teatral y se recuerda una de sus brillantes conferencias, dedicada al teatro de Tolstoi, pronunciada en la Sociedad de Conferencias, de la cual él había sido el fundador.

La sociedad cubana de entonces y la situación política del país dificultaban sobremanera la posibilidad de llevar a las tablas las obras de muchos escritores. Ramos no se conformaba con escribir las obras teatrales llenas de denuncias sociales, sino que también aspiraba a que su creación se representara en los teatros. Para los finales de la primera década del siglo XX, él era el autor de cuatro dramas – Almas rebeldes (1906), Una bala perdida (1907), Nanda (1908), La hidra (1908) – y una novela, Humberto Fabra (1908). Aunque después Ramos, denominó a estas obras como “Ensayos de la adolescencia ” él exclamaba:

“!Qué hago yo con escribir dramas, si no los puedo representar”.
Este deseo, que el autor vio imposibilitado de cumplirse en Cuba, fue lo que le condujo a iniciarse en la carrera diplomática para poder viajar y así mostrar sus obras en otras latitudes. El 24 de enero de 1911, a la edad de 25 años, Ramos fue nombrado Canciller de Primera Clase del Consulado de Cuba en Madrid, España.

Para lograr desempeñarse en el consulado como un verdadero diplomático, Ramos estudió a conciencia y trabajó con responsabilidad. A pesar de no poseer ningún título profesional, era un hombre sumamente preparado gracias a su sed por la lectura. Dominaba el inglés, el francés y el italiano.

A partir de su nombramiento, estuvo activo en diferentes partes del mundo. En agosto de 1911, asumió la dirección del consulado de Madrid hasta la llegada del nuevo titular. Luego regresó a Cuba, en diciembre de 1913, y fue ascendido a Vicecónsul en Lisboa el 6 de junio de 1914. Allí estuvo hasta mayo de 1916, cuando fue trasladado a Veracruz, México. El 27 de julio de 1917 viajó a Vigo, España, donde continuó su ascenso y en agosto de 1919, fue a trabajar a Nueva York. Allí se encargó de la dependencia de Facturas, Conocimiento y Despacho de buques, la cual quedó tan bien organizada que su trabajo perduró por mucho tiempo después de que se trasladase a Cleveland, Ohio, en octubre de 1920.

Siguió su ascenso en el escaño consular: Atenas, otra vez Nueva York… hasta que se suprimió el consulado de Atenas por problemas económicos y Ramos quedó cesante. Para entonces, era bachiller y estudiaba con vistas a terminar la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Había aprendido el portugués y perfeccionaba su griego y su latín, que le sirvieron para escribir en variados periódicos sobre geografía, historia e inglés en la Academia Newton, de bachillerato. También, en este período, obtuvo el título delSeminario Diplomático y Consular, anexo a la Universidad de La Habana.

El 30 de septiembre de 1922 volvió a la vida diplomática al ser nombrado cónsul, esta vez en Filadelfia. Los diez años que vivió allí fueron muy fructíferos. En la Universidad de Pensylvannia, fungió como Catedrático de Lengua Española; trabajó y estudió para hacerse técnico bibliotecario y perfeccionó sus conocimientos en literatura norteamericana. Concluyó, en este período, uno de sus ensayos más significativos – Panorama de la literatura norteamericana –, del cual algunos de sus capítulos fueron ofrecidos, por el propio autor, en distintas conferencias en la Institución Hispanocubana de Cultura, entre septiembre y octubre de 1930. En una de ellas, cuando estaba preso Juan Marinello, hizo alusión a este hecho y por ello se le abrió un expediente, aunque, en el mes de noviembre, se encontraba ya en sus deberes de siempre, gracias a su buen nombre y la colaboración de muchos amigos.

Su segunda y más prolongada cesantía ocurrió en 1932, cuando fue informado de que debía presentarse en La Habana. Según le cuenta el propio Ramos a su amigo José de la Luz León, en el mes de abril, recibió una carta que más tarde sabría que en realidad era dirigida al cónsul americano en República Dominicana, donde se hacían “insinuaciones desfavorables” hacia “los nativos” de las “West Indies.” Encolerizado por la ofensa contra los amigos dominicanos y seguro de que pensaban también así de los cubanos, Ramos dirigió una carta al remitente que en su opinión fue un “escupitajo”, lo que condicionó su cese como cónsul en los Estados Unidos al ser considerado persona non grata en ese país.

Cuando José Antonio Ramos supo que se abriría otro expediente para investigar su conducta, optó por no regresar a su país e hizo declaraciones contra el gobierno de Gerardo Machado. En la mencionada carta, Ramos decía que no quiso regresar a Cuba para actuar con hipocresía y así conseguir otro trabajo, sino que viajó a Houston para de ahí trasladarse a México y mantener a su esposa que estaba en la Isla. Pidió licencia con el objetivo de que ella cobrara el sueldo, si finalmente se lo pagaban. Para su viaje a Houston, a bordo del vapor – tanque Baldbutte , solo contaba con 300 pesos en el bolsillo.

En México, vivió desde julio de 1932 hasta febrero de 1934 como simple ciudadano. Según Henríquez Ureña, en ese país latinoamericano, trabajó como administrador de un hospital. Después de la caída de Machado, Ramos volvió al trabajo diplomático como Cónsul General en Génova. Después viajó a Veracruz y también tuvo que venir a Cuba para terminar de una vez sus estudios universitarios, lo que finalmente logró en 1934, según su expediente docente.[4]Un año más tarde, en 1935, comenzó a tramitar su jubilación, aunque todas las fuentes aseguran que nunca la llegó a disfrutar.

Ramos fue un excelente diplomático. Adscrito a la Secretaría de Estado por mucho tiempo, prestó servicios en ella no solo como canciller sino también en diversas comisiones a donde fue asignado. Participó en numerosos eventos como:

La Sexta Conferencia Internacional Americana (1928)
La Conferencia Regional de Radio (12-15 de marzo,1937, La Habana)
La VI Conferencia Internacional Americana (La Habana)
La Segunda Reunión de Consulta entre los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas (julio de 1940, trabajó como director del Diario de Sesiones )
Más allá de su labor como canciller, Ramos logró ser un eslabón entre su pueblo y las culturas del mundo. Por sus méritos, José Antonio Ramos fue condecorado con el Título de Oficial de la Orden Nacional de Carlos Manuel de Céspedes.

Ramos nunca abandonó su labor dramatúrgica. Según Ureña, la llegada de este a Madrid, en 1911, abrió la etapa más productiva en cuanto a su actividad literaria. La primera obra que escribió allá fue Liberta (1919) y la primera que pudo ver representada en las tablas fue Satanás, en 1923, en Barcelona. A partir de entonces, impulsado por el éxito, José Antonio desplegó todo un quehacer literario.

Escribió Calibán Rex (1914), El hombre fuerte (1915), Tembladera (1917)- algunas fuentes apuntan que fue en 1916-, probablemente su obra más importante que le mereció el Premio del Concurso de Literatura de 1916 – 1917 de la Academia Nacional de Artes y Letras; escribió también La recurva (1941), El traidor (1941), según Ureña , a partir de una estrofa martiana. Fue autor de otras obras teatrales como Cuando muere el amor (1925), En las manos de Dios (1932), La leyenda de las estrellas (1941) y FU – 3001 (1944), “ingeniosa comedia de ambiente cubano”.[5]-[6]

A pesar de que Ramos amaba en primer lugar el teatro, el género novelístico fue más generoso con él. Sus tres novelas principales fueron Coaybay (1926, laureado del “Premio Minerva”), Las impurezas de la realidad (1931) y Caniquí (1936). En su trabajo literario Ramos utilizó dos pseudónimos: El Capitán Araña y Pancho Moreira jr.

Incursionó también en el ensayo como una vía más para expresar su sentir político y como otro medio para trasmitir conocimientos culturales. Entre sus obras - dentro de este género - sobresalen: Panorama de la Literatura Norteamerticana (1935), Entreactos, una colección de artículos y Manual del perfecto fulanista (1916), un comentario de orden político – social.

Se destacó también como crítico literario. Escribió desde Madrid para el periódico La Prensa, crónicas teatrales en La Noche, en Social y en la Revista de La Habana . El Diccionario de la Literatura Cubana hace referencias a sus numerosos artículos en Cuba Contemporánea, El Fígaro, Cervantes, Revista de Avance, El Siglo, Noticias de Hoy, Revista Bimestre Cubana, Información, El Comercio, Letras, Gaceta del Caribe, El Sol y El Mundo. Las principales publicaciones periódicas de la época, aquellas cuyas corrientes ideológicas se mostraban acordes con las ideas de Ramos , pudieron contar en variadas ocasiones con la publicación de sus obras.

Cuando Ramos abre su carrera teatral, es tal la situación cultural que sus dos primeras obras las publicará en Barcelona, y no conocerán la experiencia de la puesta en escena. Desde sus principios, su teatro tendría sentido social, combatiría la politiquería, se mostraría provocativo y valiente y lucharía por el autorreconocimiento, en contra de la penetración extranjera. En años sucesivos, el autor amplió estos puntos, bien sea con la igualdad de la mujer (Nanda, 1908, Liberta, 1911), las reformas sociales (Una bala perdida, 1907; Calibán Rex, 1914), el fanatismo religioso (Satanás, 1913), el sentimiento patriótico (El traidor, 1915), el fracaso de la revolución de 1933 (La recurva, 1939), o la corrupción del autenticismo (FU-3001, 1944).[7]

Pero en enero de 1918 estrena Tembladera, donde toma el esquema familiar de La hidra de 1908, y aporta el mejor título de la etapa neocolonial hasta 1947, cuando Carlos Felipe escribe El chino. La obra ganó el primer premio de Literatura de la Academia Nacional de Artes y Letras, y demostró que Ramos era un autor capaz de superar su carga melodramática e introducir el tema del momento. la descubanización del cubano ante el capital norteamericano.[7]

En noviembre de 1938, por decreto presidencial, José Antonio Ramos fue nombrado Asesor Técnico de la Biblioteca Nacional de Cuba. Aunque carecía de formación especializada, poseía algunos conocimientos teóricos y cierta experiencia en el trabajo bibliotecario, adquiridos en la década de los años '30, cuando después de quedar cesante de sus cargos diplomáticos decidió permanecer en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, donde, al mismo tiempo de trabajar como profesor, profundizó sus estudios de literatura norteamericana y también tomó clases de técnica biblioteconómica.

En cuanto a la práctica, en 1936, al ser designado a trabajar permanentemente en la Secretaría de Estado, José Antonio Ramos, entre otras tareas, reorganizó y clasificó el fondo de la biblioteca de este organismo. El resultado de ese trabajo fue tan satisfactorio que en el diario El Mundo apareció el siguiente comentario:

“El Dr. José Antonio Ramos es uno de los funcionarios más eficaces de nuestro servicio exterior, y a él se le debe la eficaz organización de la Biblioteca de nuestra Cancillería ”.
Los especialistas coinciden en que la labor de Ramos en la Biblioteca Nacional trascendió funciones puramente administrativas porque él también asumió tareas ejecutivas. Eso, obviamente, disminuía la autoridad profesional de Coronado, el Director de la biblioteca, aunque este no podía ser sustituido por Ramos porque el gobierno, a pesar de reconocer sus dotes y méritos en la biblioteca, no hubiese tolerado sus ideas de avanzada sobre el desarrollo social del país. Aunque las ideas de Ramos eran poco convencionales, sus colaboradores lo seguían y apoyaban.

Como Asesor de la Biblioteca y prácticamente su Director, Ramos no estaba conforme con el regreso de la biblioteca al Castillo de la Real Fuerza, donde la estrechez del local impedía desplegar un trabajo eficiente. Como encargado de la biblioteca, pero también como un cubano ilustre, en varias ocasiones, Ramos protestó enérgicamente por la demora en la construcción del edificio nuevo para la Nacional.

En 1943, Ramos publicó su Manual de Biblioeconomía, donde, entre otros aspectos, trató nuevamente el tema de las bibliotecas públicas, institución a la que estaba destinado funcionalmente su libro. En su tercera parte, Ramos planteaba que la biblioteca pública, aunque sea inaugurada con muchas fiestas y la presencia de altos representantes, se sostendrá gracias a los grupos de intelectuales verdaderamente interesados en su progreso y efectivo funcionamiento.

En cuanto al local, Ramos expresaba que lo más importante es conseguirlo –el que sea–, pero de forma permanente y subrayaba la importancia de la sala de lectura como el sitio más frecuentado por los usuarios: lugar cómodo para el lector, con la disposición lógica de los estantes. Dedica también espacio a la descripción del almacén, a donde el lector nunca debe pasar para no molestar al especialista, denominado “estacionario”, en su trabajo.

En este manual, Ramos también se detuvo a detallar las condiciones necesarias para el trabajo en la biblioteca: mobiliario, instrumental mecánico -ficheros, máquinas de escribir, relojes…-, instrumental simple -sellos y guías de metal, cajas – libros, etc.-, instrumentos de limpieza, material consumible -modelos impresos, marbetes, papel oficial y sobres, etcétera.

En su afán por la creación de nuevas instituciones bibliotecarias, Ramos aprovechó un espacio en el Epítome de Biblioteconomía para agradecer la contribución de las entidades como la Asociación Bibliográfica Cultural, la Logia “Mártires de la Libertad”, la biblioteca “Más Luz” de Santiago de las Vegas, entre otras, en pro de la fundación de nuevas bibliotecas en el país.

Muere en La Habana, el 27 de agosto de 1946, pocos días después de estar terminados en Estados Unidos los originales de la segunda edición de su ensayo Panorama de la literatura norteamericana.

Obras

Teatro
Una bala perdida, La Habana en 1907
Almas rebeldes, La Habana, 1906
La recurva, La Habana, editorial la Verónica, 1941
La leyenda de las estrellas, La Habana, editorial la Verónica, 1941

Drama
La hidra y Nanda, La Habana en 1908
Satanás, publicado en Madrid, 1913
El hombre fuerte, publicado en Madrid,1915
Tembladera, La Habana en 1917
Leonarda, La Habana en 1921
En las manos de Dios, México por Edicioes Botas, 1933

Comedia
Cuando el amor muere, Estados Unidos,1925

Novela dramática
Liberta , La Habana en 1911
Comedia Dramática
FU-3001, La Habana en 1944

Premio
Premio por la Academia Nacional Cubana de Artes y Letras por Tembladera, 1917