Antonio Castells Trujillo

Antonio Castells Trujillo
Nacimiento:  
1885
Fallecimiento:  
8
/
5
/
1950

Castells, a quien la memoria nacional ha relegado involuntariamente al olvido, a pesar del brillo que dio a su país con su muy extensa obra, fue, según Núñez Rodríguez, uno de los mejores saineteros que ha habido en Cuba, un maestro del costumbrismo y un rebelde que rompió con las convenciones de la sociedad que le tocó vivir. Él, con su ingenio y comicidad, dio vida a un negrito (Chicharito) y a un gallego (Sopeira) que dejaron honda huella en la historia de los espacios humorísticos de la Isla.

Hijo de españoles —su padre, catalán, solía escribir música—, Castells nació en La Habana, en 1885, y fue inicialmente torcedor de tabaco y lector de tabaquería. Trabajó también como apuntador en las compañías españolas que venían a La Habana y lo contrataban continuamente, por sus características excepcionales para esa labor. Se dice que sobresalía entre los que desempeñaban esa función porque se comunicaba con los actores sin ser escuchado por el público. Durante algún tiempo simultaneó como tabaquero, apuntador y escritor para radio y para teatro, con sus sainetes y obritas de un solo acto.

En la labor de lector de tabaquería aumentó su cultura, lo que mucho le valió en su vida de escritor. Si bien es cierto que no pudo realizar estudios universitarios, fue hombre de vastos conocimientos y con un sentido de pertenencia nacional muy firme.

Fue, además, un pedagogo nato, pues educaba sin cesar a hijos y nietos, manteniéndose en vigilia perpetua en defensa del idioma, con rectificaciones que hacía ante todo dislate dicho en su presencia.

Quien no lo conociera no podía suponer que se hallaba ante un gran humorista, ya que era introvertido, callado. Fue igualmente modesto, reflexivo, profundo y más bien recto que jocoso en la vida cotidiana. No obstante, era capaz de hacer reír a carcajadas sin abandonar su inocultable seriedad. Su obra es muy cubana, como lo fue en la música la de Ernesto Lecuona, su amigo y asiduo visitante a la casa familiar de la calle Flores, en Santos Suárez, restaurada hace unos años por la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Castells trabajó incansablemente y cultivó como pocos el vernáculo, con ese modo suyo tan cautivador de abordar lo doméstico, lo propio de Cuba. No se exagera al decir que sus piezas de teatro pueden formar parte de lo mejor de las antologías del género, al tiempo que en la radio su programa de Chicharito y Sopeira acaparó durante más de una década la preferencia de un público que reía con aquellos personajes interpretados por Alberto Garrido y Federico Piñero, el Negrito y el Gallego que tanto llevó a la escena el teatro cubano.

Chicharito y Sopeira fue un programa que salía de lunes a sábado, a la una de la tarde, por CMQ Radio, en el programa Cadena Crusellas. Para él, Castells creó, en los más de 1500 libretos que escribió para el espacio, situaciones humorísticas de gracia sin par, explotando en buena medida la actualidad nacional de entonces y el campeonato cubano de la pelota profesional. Los juegos entre los llamados eternos rivales, los equipos de Habana y Almendares, propiciaban choques constantes, en aquellos guiones de Castells, entre el negrito Chicharito (almendarista) y el gallego Sopeira (habanista). Cuando se agudizaba la rivalidad del certamen se producían las grandes discusiones entre estos personajes, muchas veces con cierta parcialidad hacia el Habana, equipo con el cual simpatizaba el escritor.

Solo la falta de salud pudo alejar a Castells de Chicharito y Sopeira. Cuando enfermó, él le propuso a Núñez Rodríguez —que ya había hecho algunas colaboraciones para el programa— que lo sustituyera como guionista, lo cual este aceptó, manteniendo con su reconocido talento la estelaridad original del espacio radial.

Se cuenta que Castells, a las ocho de la mañana, tomaba un café en un rincón del patio de su casa de Flores, preparaba la máquina de escribir y leía la prensa del día, en búsqueda de situaciones que pudiera llevar a sus libretos, que terminaban con un verso relacionado con la actualidad nacional. Su profesionalidad y seguridad eran tales que se daba el lujo inmenso de escribir su guión pocas horas antes de la salida al aire del programa. Concluida su labor, tomaba un tranvía y llevaba personalmente sus cuartillas a la emisora, día tras día, con el tiempo justo para llegar a la CMQ.

Castells fue miembro fundador, desde el 11 de mayo de 1923, del Sindicato de Coristas y Apuntadores de la República de Cuba, y en 1928 fue Presidente Provisional de la Unión Nacional de Apuntadores de Teatro. Hizo su aporte también en la redacción de las Bases de Retribución y Trabajo de los miembros de esa Unión.

En junio de 1940 ingresó como miembro del equipo de colaboradores de la revista Radio
Guía, publicación mensual que se identificaba como órgano oficial de la Asociación Nacional de
Radioescuchas. Este gran humorista escribió mucho y muy variado. Hizo veintiuna parodias de canciones célebres, entre ellas Farolito de Madrid, La vaca lechera y La última noche; cuarenta y nueve sainetes, escritos entre 1930 y 1950; zarzuelas, como Niña Rita o La Habana 1830, que se presentó durante tres semanas a teatro lleno en Madrid, con música de Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet; apropósitos cómicos, comedias líricas, entremeses, juguetes cómicos musicales, operetas, pasos de sainete, revistas, un sainete cómico lírico, etcétera. Hizo también la letra de canciones, como Mama Inés y Calesero, y trabajó a favor del rescate de las costumbres nacionales.

Ya enfermo, cercano su fin, escribió la poesía Ilusión de abuela, magistralmente recitada por el declamador Luis Carbonell.

Antonio Castells falleció en La Habana, el 8 de mayo de 1950.