Teodoro Ramos Blanco

Teodoro  Ramos  Blanco
Nacimiento:  
19
/
12
/
1902
Fallecimiento:  
15
/
10
/
1972

Considerado, junto a Juan José Sicre, Ernesto Navarro y Florencio Gelabert, uno de los iniciadores de la vanguardia escultórica cubana y a la vez una de las figuras más sobresalientes y talentosas.

Nació en La Habana. Graduado de dibujo y modelado de la Escuela San Alejandro en La Habana, en la que estudió entre 1917 y 1928, una vez culminado sus estudios y en virtud del premio nacional que obtuviera en el Concurso Monumento a Mariana Grajales, pudo viajar a Europa (España e Italia), donde completó su formación, y más tarde visitar México y Los Estados Unidos. Obtuvo la Medalla de Oro de la Exposición Iberoamericana de Sevilla.

Pronto se convirtió en uno de los mejores representantes del arte cubano de la época. Desde 1930 expuso en sitios como la Casa de España en Roma o en el Círculo de Bellas Artes de La Habana.

Fue, desde joven, un magnífico retratista pero se apartó deliberadamente del realismo mimético que señoreaba el género en aras de una interpretación más libre del modelo que tiende a captar los rasgos físicos esenciales y a profundizar, sobre todo, en su expresión psicológica. Las conocidas cabezas de Enrique José Varona (bronce en 1933 y mármol en 1935) y de Juan Gualberto Gómez (piedra de 1934) son altísimos exponentes de esta faceta del escultor.

Diestro en el empleo de diferentes técnicas y materiales, se destaca este artista por el magistral dominio de la talla directa, la que se reconoce como el aporte técnico quizás más atrevido de nuestra primer vanguardia escultórica. A la franqueza del procedimiento técnico y a la frescura de sus realizaciones se añade el mérito de haber abordado el tema racial con una hondura sin émulos ni precedentes en el arte escultórico local. Justo en el tratamiento del tema negro consigue Ramos Blanco los mayores aciertos en su quehacer con la terracota y a madera (Venus, Negra Vieja, Negra Triste, Lo eterno) y la más alta expresividad plástica.

Vida Interior (mármol en 1934) deviene todo un clásico de la escultura moderna cubana y sitúa a su autor como figura imprescindible de esta primera etapa de despegue y gradual consolidación de la vanguardia plástica en el país. A su abundante obra galerística se suma un significativo número de esculturas ambientales (monumentos conmemorativos, obras funerarias y esculturas públicas en general) que testimonian su versatilidad y el largo camino que recorriera desde el realismo inicial, enriquecido con un mesurado expresionismo y superado a través de audaces estilizaciones, hasta los umbrales mismos de la abstracción.

A partir de 1944 empezó a dar clases en la escuela elemental de artes plásticas de San Alejandro. Mientras, seguía consiguiendo premios como en la II Bienal Hispanoamericana de Arte del Museo Nacional de Bellas Artes.

Además de las exposiciones en galerías, Teodoro Ramos Blanco realizó numerosos monumentos conmemorativos, al igual que obras funerarias y esculturas públicas.

El tema racial fue la piedra angular de sus esculturas, abogando por los valores universales y la dimensión histórica del ser humano. De esta manera, no mostraba sus raíces culturales de forma folklórica, sino que las integraba con el resto de razas y con un denominador común: Cuba.

Confesó el artista: ¨De mi recorrido por el extranjero, entre muchas cosas aprendí una que ha sido constante en mi vida vocacional: lo importante no es trabajar al modo de tal o cual maestro, sino captar de cada uno lo que en él sea esencial para verter en la creación propia todo eso y algo más… He procurado darle a mi obra un nexo con la realidad de la que ella, mi obra, y yo somos parte.¨

Premios: Concurso Nacional Monumento Mariana Grajales, Medalla de Oro de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, II Bienal Hispanoamericana de Arte del Museo Nacional de Bellas Artes.